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miércoles, 5 de noviembre de 2008

Obama: el presidente como poeta

Obama: el presidente como poeta Por Ariel Dorfman

*La mayor revelación acerca de quién es Barack Obama me la ofreció ToniMorrison, la Premio Nobel norteamericana, durante un almuerzo a principiosde este año. Estábamos en medio de las feroces primarias entre Hillary yObama, y Toni se había abstenido hasta ese momento de anunciar su adhesiónal primer candidato de origen africano-americano que tuviera la posibilidadreal de ocupar la Casa Blanca. Ella era muy compinche y admiradora deHillary y también de Bill Clinton, al que había llamado, en uncontrovertido artículo en el New Yorker en 1998, el primer presidente negrode este país, pese, advertía, "a su piel blanca".-Mañana -me dijo Toni- voy a mandarle una carta abierta a Barack Obama,contándole que, por primera vez en mi vida, es mi intención apoyarpúblicamente a un candidato a la presidencia, apoyarlo a él. Y no es por suraza. Esa jamás debería ser la razón de que votemos por una persona, nitampoco para votar en contra. He hablado con Barack varias veces en lasúltimas semanas y siempre termina la conversación con la misma frase: "I'dlike to have your endorsement. Me gustaría que me apoyaras en formaabierta". Y yo siempre me río y le digo que lo estoy pensando. Bueno, lo hepensado bastante y ahora estoy lista.Y Toni me miró a mí y también a Richard Ford, el gran novelistanorteamericano, que almorzaba con nosotros ese mediodía.-¿Y quieren saber por qué? Muy sencillo: porque Barack Obama es un poeta.Un poeta.En los meses que siguieron he retornado muchas veces a esa definición deToni y la encuentro cada vez más sagaz. Ya había reparado yo -¿quién podríano hacerlo?- en la excepcional inteligencia de Obama, el uso sólido y sutildel inglés que despliega, especialmente cuando se comparaba con el desastreidiomático de Bush. Y nada de lo que ha sucedido a lo largo de este añoelectoral me ha hecho cambiar de parecer. Por el contrario, la jerigonzaretórica de McCain y para qué hablar de la masacre de la lengua deShakespeare en la boca incoherente de Sarah Palin confirman cada día más lacalidad lingüística de Obama, la certeza de que estamos ante un granartífice de las palabras. Pero, ¿poeta?Toni no hablaba tan sólo de alguien elocuente, de alguien que amaba laspalabras, es decir, que las consideraba amigas íntimas y carnales, sino dealgo más: un ser humano animado por una visión trascendental, a visionary,nos dijo Toni ese domingo a fines de enero mientras atacábamos una buenamerienda sureña acá, en Carolina del Norte.Confieso que me gustó, al principio, aquella dilucidación de Toni porqueayudaba a explicar la ventaja que Obama fue paulatinamente forjando entrelos votantes, su capacidad de convencer y de inspirar, la importancia detener un candidato a la presidencia que era capaz de mover a multitudes yespecialmente a los jóvenes en el país que le brindó a la humanidad unrapsoda como Walt Whitman y un primer magistrado como Abraham Lincoln.Es sólo ahora último, ahora que parece que es casi seguro que Obama será,efectivamente, elegido presidente de esta nación, que me he puesto aprofundizar en las consecuencias de que un poeta pudiera, en efecto,dirigir los destinos del país más poderoso del mundo. Es sólo ahora últimoque me he permitido especular, no acerca de cómo Obama ha de ganar laselecciones sino acerca de cómo habrá de gobernar. Es sólo ahora, alcontemplar la exacerbada crisis que el terremoto financiero ha ido dejandoatrás, que comprendo tal vez la importancia histórica de que en estepreciso momento catastrófico aparezca alguien que disponga de lo que Tonillamó ese día la "imaginación creativa".Porque de lo que se trata es, justamente, de imaginar una alternativa aesto que llamamos realidad, esto que se nos insiste que es excesivamentecomplejo y vasto como para poder controlarlo. Vivimos en un mundo que seprecipita hacia un desastre ecológico y moral, un mundo donde se nos vieneencima un cataclismo alimentario y energético como no hemos visto ensiglos, un mundo de guerras incesantes y de un terrorismo tenaz, un mundodonde las armas nucleares van a proliferar como una plaga y donde lasplagas van a proliferar como si fueran átomos y electrones desenfrenados,un mundo cada vez más interconectado y cada vez más indiferente al dolorajeno. Lo más fácil, cuando hay tanta confusión aparentemente indomable, esguarecerse en respuestas y refugios del pasado que fortalezcan la identidadmás tradicional, buscar en las más oscuras catacumbas del fundamentalismolas certidumbres que el presente empecinadamente nos niega.En condiciones tan dramáticas, la existencia de una visión poética en unlíder poderoso cobra su verdadera magnitud. Porque vislumbrar las palabrasmúltiples y claras con que lentamente vamos entendiendo lo que nos pasa hoyes indispensable para anticipar las soluciones para los difíciles años quese aproximan. Ya lo dijo Shelley antes de morir en el mar de su exilioitaliano: los poetas son los "desconocidos legisladores de la humanidad",los que preparan con sus palabras el vocabulario en que se han de escribirlas leyes más justas del mañana, los que nos señalan la urgencia de unfuturo ineludiblemente diferente y definitivamente más bello.Hay muchas posiciones que ha tomado Barack Obama con las que, por cierto,discrepo, y no me cabe duda de que durante su tenencia en la Casa Blancaquedaré desilusionado en más de una ocasión. Pero la ilusión que no estoydispuesto a abandonar es mi creencia en la necesidad de que este presidentepoeta, en la coyuntura actual de su patria, va a tener que explicarles alos hombres y mujeres de Estados Unidos las dimensiones profundas ypermanentes del trastorno al que se enfrentan y que no se resuelve concambiar tan sólo un par de políticas; mi esperanza de que les lance eldesafío de que no habrá tal cambio sin la participación masiva, diaria yojalá clarividente del pueblo norteamericano, un pueblo que hasta ahora hamostrado en forma mayoritaria una ignorancia virulenta y obstinada ante losproblemas del planeta que habitamos y gozamos y sufrimos todos.Pero es también el norteamericano un pueblo lleno de esperanzas, un puebloque parece haber alcanzado por fin la madurez como para reconocer querequiere de un ser insólito como Obama para salir del marasmo en que nosdeja Bush, hombres y mujeres que intuyen tal vez que hace falta reinventareste país y sus sueños si han de sobrevivir a los grandes retos y combatesque se avecinan. Falta por ver si esos ciudadanos van a recibir y hacersuyas las palabras alucinadas y medidas y sabias que -es mi presagio- va aregalarles Barack Obama; falta por ver si vamos a merecerlas y acompañaresas palabras desde nuestra propia poesía cotidiana.Antes de que sea demasiado tarde.* El último libro de Ariel Dorfman es Otros septiembres.

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